Los músicos y sus gestores culturales
Los 7 motivos por los que no nos entendemos
El borrador y el lápiz
El borrador saludó al lápiz: —¿Cómo estás, amigo?
El lápiz respondió enfadado: —No soy tu amigo.
—¿Por qué?
—¿Por qué borras todo lo que escribo?
—Yo solo borro errores.
—¿Cuál es tu negocio?
—Soy un borrador, este es mi trabajo.
—Esto no es un trabajo. Escribir es un trabajo.
Al borrador le dio qué pensar. —Mi trabajo es tan beneficioso como el tuyo.
—Estás equivocado porque el que escribe es mejor que el que borra.
A lo que el borrador contestó: —Quitar lo incorrecto es equivalente a escribir lo correcto.
El lápiz se quedó en silencio por un rato, luego dijo con algo de tristeza: —Pero te veo cada día más pequeño.
—Porque sacrifico algo de mí cada vez que borro un error. ¡Mírate a ti mismo!
El lápiz dijo con voz ronca:
—Siento también que soy más bajo de lo que era ayer.
El borrador dijo mientras lo consolaba: —No podemos beneficiar a otros a menos que hagamos un sacrificio por ellos.
Si no puedes ser un lápiz para escribir la felicidad de los demás, sé un buen borrador con el que borrar sus penas y sembrar esperanza y optimismo.
(Autor desconocido)
Introducción
En el majestuoso escenario de una orquesta sinfónica, donde la música se entrelaza en una sinfonía de sonidos, existe un delicado equilibrio que trasciende más allá de las notas y las melodías. La armonía que se despliega en cada interpretación es el resultado de una estrecha colaboración entre los músicos y su personal de gestión, producción, administración y técnico. Esta interacción, a menudo subyacente pero esencial, es el alma misma de la orquesta y en este artículo exploraremos en profundidad el arte de la comunicación que yace en su núcleo.
Esta nueva entrada de mi blog quiere analizar y entender los misterios de la comunicación dentro de una orquesta sinfónica como conjunto empresarial. Desde la afinación de instrumentos hasta la planificación de conciertos y la resolución de desafíos logísticos, quiero resaltar que la efectividad de la comunicación es la clave que une a estos dos mundos en aparente contrapunto.
¡Y cómo nos cuesta a veces!
He ido observando durante los años cuántos problemas del día a día en una orquesta se podrían haber evitado si existiera una adecuada comunicación entre todas las personas implicadas. Me refiero a una comunicación que se base, sobre todo, en el respeto y aprecio mutuo, en el reconocimiento del otro y de su buen saber hacer y trabajo. Una comunicación que sea capaz de aceptar y reconocer también el desconocimiento propio a fin de encontrar soluciones con los compañeros que, en este punto, tal vez saben más. Una comunicación enfocada en el beneficio del grupo y el objetivo común. Sobre todo, una comunicación que sepa parar al ego y al «quiero tener la razón, sí o sí, porque yo lo valgo».
Conseguir una comunicación efectiva y constructiva es un reto en cualquier grupo, empresa o comunidad, pero lo es aún más en el conjunto de todos los jugadores en una orquesta sinfónica.
Es un mundo lleno de mitos y dioses. ¿O debería decir prejuicios?
Miren, les pongo algunos especialmente hirientes para los músicos:
Los músicos son sumamente especiales. Son raros.
Los músicos son diferentes, soberbios y muchas veces arrogantes.
Los músicos no saben nada más que hacer, salvo tocar.
Los músicos trabajan muy poco. Van al ensayo, al concierto y ya está.
Los músicos se olvidarían de su propia cabeza, si no fuera bien sujeta por el cuello.
Y muchos otros podría añadir.
Por otro lado, existen también comentarios que duelen a los profesionales de la gestión cultural:
Los de la gestión no tienen ninguna idea de lo que es ser músico. No nos entienden.
Los de la gestión son unos puros burócratas sin iniciativa.
Los de la gestión son unos ineptos que no saben solucionar la más mínima cosa.
Los de la gestión se ahogan en un vaso de agua. Ya les gustaría haber estudiado 10 años y después seguir estudiando el resto de su vida, sin parar nunca.
Los de la gestión tienen un trabajo que cualquiera podría hacer, sobre todo un buen músico.
Los de la gestión no se tienen que exponer al público, se esconden en sus oficinas.
Y también aquí, hay muchos más.
La percepción de si unos son más especiales que los otros es subjetiva y puede variar ampliamente según la perspectiva de cada persona. No hay una respuesta definitiva a esta pregunta, ya que depende en gran medida de las creencias individuales y las valoraciones personales.
En el mundo de la música, eso es cierto, los músicos pueden sentir una profunda conexión con su arte y pueden considerar su trabajo como algo especial y único debido a la creatividad, pasión y dedicación que implica. Dedican muchísimo tiempo y esfuerzo a su arte, lo que puede llevarlos a considerarlo como algo especial y único en sus propias vidas.
Además, la música tiene la capacidad de evocar emociones y tocar el corazón de las personas de una manera que solamente algunos pocos campos pueden lograr.
Por todo ello me he propuesto analizar en profundidad de dónde vienen nuestros problemas de comunicación para entender y, ojalá, en un futuro trabajar más y mejor entre todos.
Los 7 Motivos que nos llevan a tener perspectivas diferentes
Desconozco cómo lo ven mis lectores, pero personalmente creo que una gran parte de los problemas en la comunicación vienen de perspectivas diferentes. Cada persona tiene sus experiencias y aprendizajes de vida que marcan su visión y opinión sobre las cosas. A medida que envejecemos, dejamos de ser hojas en blanco y nuestro paso por la vida, nuestros recuerdos, las alegrías y las decepciones influyen directamente en cómo interpretamos el mundo que nos rodea. Asimismo, la formación profesional o académica que hemos cursado, los trabajos que hemos realizado, nuestra cultura, las experiencias profesionales y, sobre todo, incluso los puntos de vista políticos o nuestras creencias religiosas forman una especie de velo que llevamos delante de nuestros ojos y oídos y que impide que veamos las cosas como realmente son. Si, además, somos algo testarudos a la hora de tener en cuenta posibles perspectivas diferentes e insistimos sobre nuestro punto de vista, la polémica está servida.
En la imagen, nuestros dos maestros, cada uno, están absolutamente convencidos de saber de qué número se trata desde su punto de vista. Pero creo que, si preguntamos al número mismo, esté sí dirá lo que es y cuál de los dos directores de orquesta tiene razón. Lamentablemente, los problemas de comunicación, conflictos y discusiones en el día a día de una orquesta no suelen tener ojos, manos y pies, para hacer de mediador entre los dos «peleones». En la vida real, ambos lados deben hacer el esfuerzo, antes de insistir sobre un detalle, de tomar por posible una perspectiva (o incluso varias). Hasta haber cotejado todos los puntos de vista o perspectivas no se deberían emitir en firme valoraciones u opiniones. E incluso yendo más allá, siempre he pensado que la verdad nos pertenece a todos en conjunto, pero a nadie individualmente.
Finalmente, para nada quiero formular aquí generalizaciones o fomentar estereotipos que impidan al individuo ser como es, pero para trazar diferencias que nos permitan entender por qué vemos las cosas como las vemos, cada uno, desde su ángulo de visión, me obliga a buscar las desigualdades entre los dos grupos de profesionales que nos ayuden a entender, sin que sean utilizados en polémicas que aquí no me interesan para nada.
Motivo 1 – Excelencias vs. productividad, eficiencia y rentabilidad
Llevo casi toda la vida observando a músicos en su trabajo. Y si algo los caracteriza en términos generales es su afán de excelencia, su capacidad de superación hacia un término absoluto. Toda su formación desde muy temprana edad, el estudio en los conservatorios y el trabajo en una orquesta profesional está centrado en obtener la perfección en la interpretación y expresión. Ninguna nota puede ser desafinada, ningún silencio saltado. Cada detalle cuenta. Solo cuando la partitura esté perfectamente interpretada según los deseos del compositor y del director de orquesta, puede descansar un buen músico. Un poco, al menos. ¡Pero que no se pase! Hay que volver a la práctica lo antes posible.
Según mis observaciones, creo poder decir que los músicos se centran siempre en el 100 %. Para ellos, el 99,9 % no es suficiente. En audiciones o conciertos, tiene que ser el 100 %. Ni más ni menos. Su objetivo es la perfección. Desconocen otro objetivo, como podría ser el progreso.
Pero para los que somos de la gestión empresarial, el progreso es muchas veces mejor criterio para valorar el éxito que la perfección. De hecho, la perfección en términos empresariales, puede suponer una depresión en las cifras de producción o resultado, porque puede suponer un estancamiento en un pasado obsoleto. Es más, en gestión empresarial llegamos al punto de asumir los errores como riesgos controlados que, según el caso, resultan más rentables y eficientes que no cometer errores.
Cuántas veces se ha incluido en un presupuesto una cantidad asignada al pago de multas por incumplimientos en temas de compliance sabiendo que cuesta menos pagar las multas que cumplir la ley. Al menos en España lo he visto muchas veces. No digo que me guste, todo lo contrario, pero es la realidad.
Asimismo, en términos de cumplimiento presupuestario, puede ser mucho más importante resolver determinadas cosas en un determinado tiempo y plazo dejando de lado cualquier idea de perfección, lo que, por supuesto, merma la calidad de ejecución. No por eso se considera que esté mal ejecutado. La perfección puede, además, ser considerada un malgasto de activos para una empresa.
Lo que intento decir, es que el personal de gestión, inconscientemente, define excelencia, no con un cumplimiento del 100 % sobre unos parámetros, sino como el progreso, la rentabilidad, el resultado y, a veces, el impacto social. De esta forma es perfectamente posible que una ejecución del 80 % sea considerada perfecta, algo que debe causar un grave chirrido a un músico.
El primer motivo de malentendidos y discusiones ya está servido.
Se trata de dos formas diametralmente opuestas de ver las cosas. Si no tenemos en cuenta el punto de vista del otro, forzadamente vamos a chocar en algún momento. Es cuestión de tiempo.
Motivo 2 – «Conservación es positiva» vs. «la conservación suele ser deficitaria»
La producción musical clásica es la misma que en tiempos de Mozart. Poco ha cambiado en la interpretación de un concierto por una orquesta sinfónica. Por ende, los músicos consideran la conservación de determinadas formas positiva y deseable. No es por nada, pero por algo se llama a los conservatorios con este nombre.
Mientras la música clásica vive y aprecia esta conservación, la gestión empresarial está sujeta a un constante cambio. Tanto en el sector privado como el sector de las empresas sin ánimo de lucro, quien no sabe adaptarse rápidamente a los tiempos que corren está fuera del mercado. De ahí que un buen gestor, inconscientemente, tienda a buscar mejoras a través de los cambios y se resista a la expresión «lo hemos hecho siempre así».
En otra entrada de este blog he hablado de la enfermedad de los costes o el efecto Baumol que refleja lo que acabo de exponer desde un punto de vista económico-financiero. [1]
Por tanto, ya tenemos dos motivos que dificultan nuestras conversaciones diarias en una orquesta. Mientras un músico o artista tiende a resistirse a la flexibilidad diaria, los gestores no sobreviven sin ella.
¡Hay más! Seguimos.
Motivo 3 – Habilidad de expresión artística vs. habilidad lingüística-matemática
Posiblemente uno de los motivos más importantes que provoca dimes y diretes entre gestores y músicos es el hecho que el músico muestra una habilidad de expresión artística, mientras que los gestores tienden a habilidades lingüísticas-matemáticas. Mientras unos hablan en términos de belleza, emociones y estética, otros hablan de números y leyes. Es como si habláramos directamente en dos idiomas diferentes.
Sería raro que no tuviéramos controversias regulares en una orquesta sinfónica entre personal técnico-administrativo y artístico.
No obstante, aún hay más. Estoy lejos de terminar con mi lista de motivos y razones que nos llevan a polémicas.
Motivo 4 – La personalidad del músico vs. la personalidad de las otras profesiones
La mayoría de los músicos (u otros artistas de expresión corporal como bailarines, por ejemplo) empiezan su formación profesional a muy temprana edad, muchas veces a partir de los tres o cuatro años. Por esta razón, los músicos se forman como tales mucho antes de desarrollar realmente su personalidad como humano. En su caso, la personalidad en sí y la característica de ser músico se mezclan a lo largo de los años, así que la personalidad de un músico no puede ser concebida sin el instrumento.
Por regla general, en todas las otras profesiones se define primero la personalidad de la persona hasta alcanzar la adolescencia y, después, se añade una personalidad profesional. No conozco a ningún abogado que haya recibido formación profesional a los cuatro años de edad y si existiera, sería un caso completamente aislado.
En consecuencia, los músicos verán forzadamente todo el mundo de su alrededor a través de un velo musical-artístico. Igual que los gestores ven el mundo influenciado por sus experiencias y vivencias.
Pero creo que podemos hacer una concesión a los músicos y partir de la base de que, para ellos, tiene que ser mucho más difícil adaptarse a otros puntos de vista, a corregir este velo musical-artístico que muchas veces no ayuda si hablamos de procedimientos y necesidades empresariales. Los compañeros técnico-administrativos suelen tener más fácil el mostrarse flexibles y comprensibles con los músicos, porque han sido entrenados para ello.
Sin embargo, siempre entenderé que la comunicación es cosa de ambos lados, nunca de uno solo.
Motivo 5 – Mundo dictador vs. mundo falsamente democrático
El punto anterior se ve reforzado por lo que ahora añadimos: el motivo 5. Mientras los músicos profesionales de las orquestas sinfónicas viven en un mundo absolutorio-dictatorial, el resto de las profesiones —al menos hoy día— viven en un mundo falsamente democrático.
Con eso quiero decir que los músicos no solamente aprenden la excelencia, conservación e inflexión en términos absolutos durante toda su vida, sino que además se ven regidos por un superior con criterio absoluto: el profesor del conservatorio, un tribunal en unas audiciones o el director de una orquesta. Los músicos pocas veces pueden expresar sus opiniones de forma libre. Frecuentemente, los músicos son oprimidos reduciendo su expresividad a la musical-artística que he mencionado arriba.
Como no todo lo que reluce es oro, digo que las restantes profesiones viven en un mundo falsamente democrático. Con eso intento resaltar que todo el mundo está sujeto a opiniones e ideas de superiores, jefes, consejos de administración o similares. Sin embargo, cada vez más se habla del liderazgo moderno y las personas deben saber expresar sus necesidades frente a las empresas.
En el caso de los músicos, a veces es necesario recordarles que preguntar y opinar está permitido. No se rían, por favor. Inconscientemente puede que crean que todo eso está prohibido. Entonces, cuando un músico pierde la calma y suelta todo lo que tiene estancado dentro desde hace mucho, no le es posible entender al otro. Nunca se lo han permitido.
Vuelvo a repetir, con eso no doy carta blanca a los músicos para criticar sin conocimiento de causa a los compañeros gestores o administradores, pero un poco los entiendo cuando sueltan alguna idea sobre temas legales, económico-financieros o de recursos humanos que, a mí, interiormente, me causa una risita.
Resumiendo, podríamos, tal vez, decir que el mundo artístico es endémico y limitado, lo que lo hace manejable y previsible, mientras que el mundo empresarial está empotrado en el gran mundo que hace efecto de embudo para los individuos y se convierte en una jungla difícilmente manejable y nada previsible.
Motivo 6 – Un director vs. un mundo de jefes
El motivo 5 me lleva directamente al motivo 6.
Nos separa otro hecho: en una orquesta sinfónica manda una persona: el director. Sí, es cierto, que en las cuerdas y secciones hay solistas con determinadas funciones y responsabilidades, pero al final del día, todo vuelve al director.
Tocar, por otro lado, es principalmente responsabilidad de cada músico. Obviamente, influye si otro compañero toca mal o no está concentrado, pero, al fin y al cabo, si cada músico se orienta en la partitura y las indicaciones de dirección, no tiene nada que perder. Uno puede hacer su trabajo de forma excelente mientras el compañero de al lado no lo hace.
¡Ojalá que el mundo empresarial fuera tan sencillo!
Puede que en la cima de una organización haya al final solamente un director técnico o gerente, pero ni siquiera este está solo en el mundo. El mundo empresarial se caracteriza de lo que llamo «un mundo de jefes». Según el puesto de trabajo que uno ocupa puede estar condicionado por varias o, mejor dicho, por muchas personas y su trabajo.
El trabajo del gestor cultural está condicionado no solamente por otros trabajadores internos y externos a la empresa, sino también por normativas y procedimientos predefinidos. Él no tiene el 100 % de sus tareas en sus manos ni la capacidad final de llevar a cabo un buen trabajo. Muchas veces este porcentaje depende en gran parte de otras personas, pero a ojos de los músicos parece que el gestor es el que ha hecho todo mal. Es posible que un compañero de administración, gestión o producción haya realizado una tarea fatal y su propia responsabilidad en el mal resultado es mínima o nula, pero tiene que dar la cara frente a la orquesta que le juzga.
Hasta no conocer todos los entramados de una organización es muy difícil evaluar una determinada gestión de un trabajador. Lo normal es que cualquier opinión expresada desde fuera acabe siendo un juicio poco o mal fundamentado.
En este sentido, quisiera recordar que está permitido preguntar antes de opinar o, peor aún, juzgar.
A estas alturas supongo que ven que, en el fondo, nos entendemos extremadamente bien entre músicos y gestores, ya que de entrada no lo tenemos nada fácil.
¡Pero esperen! Hay más.
Motivo 7 – El miedo como compañero de viaje vs. el miedo ni debe existir
El miedo es un compañero fiel del músico. Muchos músicos saben a la perfección qué es el miedo escénico, el miedo ante unas audiciones o el miedo al fracaso o a ser mediocre, en general. No digo que todos de ellos lo sufran, pero es un tema bastante más tratado y expresado en el mundo de la música que en el mundo empresarial, donde el miedo —aparentemente— es inexistente.
En el fondo, podríamos resumir cualquier conflicto interpersonal como una ausencia de amor y empatía y como la aparición del miedo.
Es aquí donde, a lo mejor, es más fácil para el músico entender al gestor, porque al gestor no se le permite ni siquiera tener miedo. ¿Por qué? Una vez terminado sus estudios ya no se presenta a ningún examen ni prueba. ¿Por qué debería tener miedo o sufrir inseguridades? Ya. Nótese la ironía.
Les aseguro, que los miedos nos acompañan también, por muy bien que los escondamos.
Llevo años defendiendo que es positivo reconocer nuestras inseguridades y deficiencias y mostrarnos como somos: auténticos. Es positivo decir «no lo sé» en vez de asegurar «eso está hecho» sin ser capaz de garantizar el resultado. Según mi punto de vista, es más fuerte y seguro de sí mismo la persona que reconoce lo que no sabe preguntando a otros cómo proceder que la persona que falsamente asegura un resultado que después no puede ser alcanzado. Sobre todo, es más honesto.
En el mundo empresarial, los trabajadores estamos muchísimas veces dirigidos y motivados por presupuestos definidos. El cumplimiento del presupuesto, no solamente en cantidades monetarias sino también en realización de otros objetivos de cumplimiento obligado, crea una presión sobre los técnicos y administrativos que no son menos incómodos que unas audiciones o un concierto en solitario (con la diferencia de que nadie habla de ello). Muchas personas tienen miedo a perder su puesto de trabajo si no cumplen con determinados parámetros o directrices.
Nunca me ha gustado este argumento y, personalmente, me aseguro de que jamás me controle el miedo, pero sí, sé lo que se siente. A simple vista, con el examen final de la carrera todo ha acabado, pero en realidad también los gestores culturales y empresariales están sujetos a un constante control de eficacia y eficiencia.
Visto de forma correcta, este debería ser el primer motivo que nos una a los gestores y a los músicos, aunque en realidad nos suele separar muchas veces. Ambos lados podríamos tener más empatía para con los demás e intentar ver las cosas sin nuestro particular velo delante de los ojos.
¿TENEMOS ALGO EN COMÚN MÁS ALLÁ DE LA MÚSICA?
Por supuesto que tenemos más cosas en común que solamente la música. Y si no las tenemos, las tenemos que crear, como en cualquier otra empresa que no siempre junta trabajadores con los mismos intereses.
Claro que hay gestores cultuales en las orquestas que ni siquiera se interesan por la música o el trabajo de los músicos, igual que me han dicho que existen (pocos, pero existen) músicos que no aman a la música, porque desde un punto de vista de la gestión y dirección de empresas es un negocio operativo como cualquier otro. Aunque eso tampoco es bueno, diría yo.
Tal como indiqué un poco más arriba, lo primero que nos une es nuestra humanidad, somos personas con fortalezas y debilidades y todos estamos sujetos a la valoración y aprobación de otros, lo que genera miedos e inseguridades hasta en los más seguros. El miedo al fracaso o a ser mediocre no es cosa solamente del mundo artístico, sino también del mundo entero.
Todos necesitamos ser vistos y reconocidos por lo que hacemos y somos. Es un deseo natural de las personas. También el deseo de ser especiales es algo que todos tenemos en común. Teniendo todo eso como base y, a su vez, teniendo en cuenta nuestras particularidades expresadas en los siete motivos, no debería ser tan difícil mejorar nuestra comunicación para llegar a resultados satisfactorios, tanto para los compañeros del lado artístico como para los del lado técnico-administrativo.
Los siete motivos expresan formas rígidas de pensar, mentalidades endurecidas y resistentes a otros puntos de vista. Con solamente asimilar este hecho deberíamos ser capaces de reconocer que no solamente nuestro punto de vista es viable. Lo que es más, muchas veces varios caminos, múltiples ideas y soluciones son válidas y viables en una determinada situación.
Nos comportamos muchas veces con los compañeros en el trabajo de la misma manera que los dos directores de la imagen de este artículo al creer que tienen la verdad absoluta al ver desde cada una de sus perspectivas el número del centro.
¿QUÉ HACER PARA ENTENDERNOS MEJOR?
Podría ser una lista muy larga de consejos más o menos útiles, pero…
está permitido preguntar. PREGUNTEMOS primero.
Antes de despedirme por hoy, les recomiendo que estén atentos, porque esta es la primera parte del tema, vendrán dos entradas más. ¡Continuará!
Nicole Martín Medina
Las Palmas de Gran Canaria
Febrero 2024
(El artículo está disponible también en alemán e inglés)
NOTA A PIE:
[1]Véase también mi publicación en: https://nicolemartinmedina.com/orquestas-sinfonicas-y-sostenibilidad/
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BIBLIOGRAFÍA:
Libro: Cómo ser feliz si eres músico o tienes uno cerca – Guillermo Dalia
Podcast:
Klangvoll – Parte 8 – Gerald Mertens habla con Ralf Pegelhoff (Clarinetista, Mediador y Coach en temas de recursos humanos) – “Es necesario hablar más con los otros que sobre los otros”.
Página Web:
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AGRADECIMIENTOS ESPECIALES:
Las personas que me han inspirado especialmente mientras trabajaba en este artículo y que merecen mi agradecimiento profundo por haberme dado un poquito de su tiempo, sus ideas y su crítica, son:
Tiffany Chan – Directora de orquesta
Chrissy Kinsella– Gerente London Music Fund
Barbara Venetikidou – Orchestramanager Sächsische Bläserphilharmonie
5 respuestas
De verdad Me ha gustado esta entrega, pues no me había parado a pensar que los músicos podrían ser tan distintos a otros profesionales. Sobre todo, me ha llamado la atención de que los músicos a diferencia de otros profesionales han aprendido una disciplina antes de desarrollar su personalidad.
También me ha gustado lo de las distintas perspectivas, nuestras perspectivas son un resultado de nuestras vivencias, decepciones, estudios y demás experiencias, pienso que el saber esto o bien tenerlo en cuenta nos hace más empáticos con nuestros compañeros de trabajo. En resumen, el tener en cuenta las perspectivas de los demás en función de sus vivencias es una forma de ponernos en el lugar de los demás, … Gracias, ha sido interesante …
Una vez más, muchísimas gracias, fiel lector mío. Esta serie de artículos la he trabajado muchísimo y están escritos como canto a la empatía. Espero que me leas en marzo la segunda parte y, espero, en abril la tercera. Pero vale, pronto. Saludos, Nicole