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Nicole Martín Medina

Gestora Cultural – Abogada/MBA

Reflexionando sobre «el affair» Manchado Viglietti

La reseña que llega 16 años tarde

sobre la Historia de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas,

de Lothar Siemens Hernández (1995).

 

El libro que me ha inspirado a escribir esta entrada se titula Historia de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas. Fue publicado en el año 1995 por el investigador, musicólogo, escritor, conferenciante y compositor Lothar Siemens Hernández, a quien tuve el enorme placer, honor y grandísima suerte de conocer en persona, antes de su fallecimiento en 2017, en la XXXIII edición del Festival Internacional de Música de Canarias. Habíamos organizado una charla previa con Lothar antes del concierto de Accademia Piacere y Nuria Rial en el Teatro Guiniguada y me había tocado a mí atenderle. ¡Cuán grande es la sencillez y el cariño de las personas realmente brillantes! Y ahora tengo uno de sus libros entre manos.

Este libro llegó a mí por esas inexplicables vías del universo que te traen en cada momento lo que justamente necesitas. Me lo acaban de regalar (hace pocos días) en casa de gente a la que quiero mucho, pero a la que, como de costumbre, visito con demasiada poca frecuencia. El libro llevaba varios años allí. Me lo podrían haber regalado mucho antes, pero no; me lo regalaron ahora. Curiosamente, llevaba una dedicatoria personal de Lothar para una persona con los mismos apellidos que yo, de manera que un pequeño desliz visual podría hacer parecer que está dedicado a mí. ¡Vaya lujazo de libro! Es ya un poco antiguo y con las páginas amarillentas, pero sin estrenar. Este libro ha estado esperándome. Nadie lo ha leído antes. Estoy segura.

Al parecer, mientras todo el mundo necesitaba sol y playa (o cualquier otra distracción que hiciera olvidar la pandemia de la COVID-19), en este puente de agosto de 2021 necesitaba yo saber más sobre los orígenes de nuestra Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Cuando empecé la lectura lo hice un poco incrédula. ¿Cómo voy a leerme —con el calor que hace— casi quinientas páginas sobre hechos históricos y un sinfín de personajes cuyos nombres me recuerdan más bien al callejero de Las Palmas de Gran Canaria?

Nada más leer el Prólogo de 1995 del presidente de la Sociedad Filarmónica por aquel entonces, Juan Estany Cabrera, quedo atrapada. A continuación, paso al Preludio en dos movimientos (vaya suculento nombre para una introducción) ya me he olvidado del tiempo.

Soy de esos lectores que devoran los libros, siempre y cuando me guste la lectura, claro. Necesito varios lápices y marcadores para poder subrayar la información, bañándola con diferentes colores y tipos de subrayado, con el fin de orientarme en la relectura sin necesidad de leer todos los apartados de nuevo. Sin darme cuenta, el libro del que les hablo se había convertido en un mapa libris en el que todos los nombres han sido marcados en verde, la principal narrativa en el color gris del lápiz, las fechas y eventos importantes en un amarillo neón, bien chillón, y lo que me sonaba de una u otra forma conocido, en color rosa: el pink de mi superboli de cuatro colores.

¿Pero cómo me puede sonar a mí algo familiar si llevo solamente veintiún años en esta isla y, aunque hubiese llegado antes, es improbable que tuviera memoria propia acerca del siglo XIX? Sigo leyendo. Fascinada, la lectura resulta fluida y sencilla. Me divierto con los nombres que me llevan de paseo por la ciudad, como si por un callejero viejo caminara. En la narración aparecen compositores de los que tengo referencia gracias a haber cantado algunas de sus obras como miembro de varios coros. Surgen también maestros directores y solistas de los que he oído hablar. Pero no, no es eso lo que me parece un déjà vu constante.

Muy rápidamente tengo que parar, volver a revisar mis marcas multicolores, leer algún párrafo de nuevo, reflexionar para entender cómo es posible que esté leyendo sobre hechos ocurridos hace unos cientos cincuenta años y, aun así, me resulten familiares. La primera marca de color pink la hice en la página 61, pero ya en la 79 tengo que parar nuevamente para resaltar en rosa el siguiente inciso. Las marcas siguen, pero las que realmente me llaman la atención son las que pongo en las páginas 174 y 175.

El autor llama a este capítulo «»el affair» Manchado Viglietti». Estamos en el año 1888. Trata del impacto negativo que tuvo, en aquel entonces, la creación de la Banda Municipal de Las Palmas sobre la Sociedad Filarmónica que, en aquellos momentos, pasaba por una crisis temiendo por su supervivencia y estabilidad. La puesta en marcha de esta nueva agrupación musical llevó al ayuntamiento de la ciudad a la retirada de la asignación económica de la Sociedad Filarmónica aplicando el presupuesto correspondiente a la banda de nueva creación.

¡¡Ok!! Ya empiezo a entender por qué me resultan familiares ciertas situaciones. ¡Porque hoy día seguimos viviendo las mismas historias! Claro. Han cambiado las personas y las instituciones, pero los hechos son los mismos. ¡No me digan que no conocen algún que otro caso de envidias entre organismos del sector cultural! Los que nos movemos en este mundillo sabemos perfectamente que, en vez de colaborar, nos pisamos unos a otros, por ejemplo, con programaciones dirigidas al mismo segmento de público en paralelo, en las mismas fechas y horarios, o cosas similares.

Tengo que seguir leyendo para aclararme. Continúo con «»el affair» Manchado Viglietti», año 1888. Según lo que cuenta Lothar Siemens Hernández en su libro, no solamente se trataba de un tema económico, sino que había otro problema más. Algunos músicos, que habían sido formados en la academia de la Sociedad Filarmónica, participaban en esta nueva banda municipal. Y no solamente ellos. El maestro Manchado Viglietti también se había convertido en iniciador de aquella banda. Esto fue entendido como un acto de competencia desleal y traición por algunos filarmónicos. Se entró en una dinámica de competencia y de resentimientos nada sana, como afirma el autor y con el que coincido al cien por cien. En algún momento estalló la tensión y, en una asamblea general de la Sociedad Filarmónica, se propuso suprimir como socio de méritos al maestro y prohibir a los músicos de la banda concurrir en la orquesta.

¡Por supuesto! Eso también me suena conocido. Lo he oído con mis propios oídos. No es la primera vez que en algún lado se ve mal que un músico o cantante pertenezca a dos organizaciones diferentes con similar programación. Vamos, a veces incluso está mal visto formar parte de dos agrupaciones diferentes. Lo entendería si la base de estas relaciones fueran contratos en exclusividad, pero estos no son frecuentes en el sector, sobre todo si se trata de músicos o cantantes que participan de forma altruista en los conciertos y que cumplen sus obligaciones tanto en una como en otra agrupación musical. ¿De verdad no hemos aprendido nada? Hoy en día tenemos acceso a las disciplinas de la psicología y la inteligencia emocional y disponemos de conexión a internet al alcance de todo el mundo, pero sin embargo seguimos sin saber hacer las cosas mejor que la gente de hace ciento cincuenta años.

Pero sigamos con la narrativa de Lothar. Para mi satisfacción, había un vocal en la junta directiva de aquel entonces, el señor José Avellaneda, que, según el autor, opinó que una expulsión del maestro sería hacer el ridículo. ¡Qué gustoso puede ser leer un libro histórico!

Para los que quieran saber ahora cómo acaba este affair, los animo a que vayan a por el libro y se pongan a leer, pues de verdad creo que todos los que nos movemos en el sector cultural, pero sobre todo nuestros directivos y principales actores, deberíamos leer todos los libros que podamos encontrar, pero los de este tipo más en particular. Solo el ser humano tropieza varias veces con la misma piedra.

Daré algunas pistas más: en la página 61 se lee el título «…y el sometimiento de los músicos». Confieso que me salió una sonrisita. En la misma página más abajo leo «la vieja educación secular heredada de los músicos que habían sido criados de la iglesia: callar y seguir». Otra vez me sale una sonrisita, ahora más bien triste.

Entre las páginas 65 y 79 se habla de cómo entregarse uno mismo en alma y vida a una organización puede ser la mayor gloria o, por el contrario, el mayor pecado. El personalismo no es muy conveniente a largo plazo, pero antes que nada, no es recomendable en absoluto desde el punto de vista de la sostenibilidad y el cambio generacional que nos enseñan en Administración y Gestión de Empresas. Ciertamente, lo más gracioso que he leído es cómo en la página 172 se cuenta, mediante una cita original del año 1886, que ya en aquel entonces sabían que «el mal de hoy que lamentamos es muy antiguo y viene acentuándose más cada día». Pero ¿podemos ser tan tercos los humanos?

Podría seguir y seguir, pero, a decir verdad, no me gusta indicarle a nadie lo que debe pensar. Lo que sí me gusta es conseguir que todos pensemos, y más concretamente lograr que encontremos las formas y herramientas para entendernos, siendo eso responsabilidad, no solo de los líderes, sino de todos. Por eso creo que vale la pena leer este libro, especialmente para personas residentes en Canarias y trabajadores del sector cultural de las islas. Personalmente tengo claro que buscaré otras joyas similares. ¿O debería decir que otras joyas como esta me encontrarán a mí en el momento oportuno?

Ante de irnos: ¿se lo habían imaginado? ¿No? Pues sí, me he leído todo el libro en dos días. Lo he dejado marcado con los colores de mis rotuladores, le he echado algo de café encima y me temo que hay alguna mancha de lo que estaba comiendo mientras leía. El libro ahora es mío. Será parte de mi biblioteca y mis conocimientos. Y todavía no he terminado con mis reflexiones.

Septiembre de 2021

Las Palmas de Gran Canaria

Nicole Martín Medina

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